¿Quién se atreve a decir que su vocación es la santidad? ¿Quién se atreve a ir contra el mundo?
Los santos son los que más intentan contradecir el espíritu de su tiempo, por supuesto el espíritu mundano.
La condición de todo creyente es ser discípulo de Cristo (cf.Hch 6, 1). No se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre.
En palabras de San Juan Pablo II “El santo, no es tibio ni mediocre”. Y así como Dios quiso dejar al hombre «en manos de su propio albedrío» (Si 15, 14), hoy es necesario que nosotros como cristianos, llevemos en adelante una "vida digna del evangelio de Cristo" (Flp 1, 27).
Naveguemos contracorriente
¡Viva Cristo Rey!
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